dijous, 17 de juny del 2010

dijous 29 de març de 1956 - 05




Que va passar el dijous 29-03-1956?:

La muerte a que se refiere el epígrafe, es la del hermano del actual monarca,
Alfonso de Borbón y Borbón, muerto, accidentalmente, por un disparo de su her
mano en el domicilio paterno de Estoril (Portugal). Voy a transcribir lo ex
puesto por el autor monárquico José María Zavala, en su obra "la maldición de
los Borbones", editada por Debolsillo.
El autor hace una amplia introducción al tema, muy interesante, pero excesíva
mente dilatada para exponer aquí. Me limitaré a transcribir las fuentes que
cita sobre el hecho, y alguno de sus comentarios, así como las reacciones del
padre de la víctima-Juan de Borbón-y de Franco. De todas formas, si algún po
síble lector tiene interés en conocer más en detalle el asunto, tiene el títu
lo de la obra y la editorial a su dispsición.
La transcripción que abordo comienza en la página 360, y se desarrolla así:
"Villa Giralda, en Estoril, a orillas del Atlántico, era la residencia
de los condes de Barcelona el 29 de marzo, Jueves Santo, de 1956, cuan
do sucedió la gran tragedia.
En aquél chalé..., sin pretensiones palaciegas vivían su exilio don Juan
de Borbón y Battenberg y su esposa, María de las Mercedes de Borbón y
Orleáns, con sus hijos Pilar, Juanito, Margarita y Alfonsito...
Días después el semanario italiano Settimo Giorno publicaba una sobreco
gedora versión de aquella pesadilla real. La crónica de su corresponsal
en Lisboa, Ezio Saini, vio la luz el 17 de abril de 1956. Años más tar
de, la periodista francesa Françoise Laot reproducía el preludio de la
tragedia en su libro Juan Carlos y sofía:
/La pistola era un regalo del general Franco; estaba siempre guardada
con llave en un secreter; Juanito y Alfonsito no dejaban de pedir que
se la dejasen: les encantaba disparar. Pocos días antes, Alfonsito ha
bía comprado balas a un armero de Lisboa para tirar al blanco con Víctor
Manuel de Italia, su vecino y compañero de juegos. Pero los proyectíles
eran demasiado largos, demasiado duros para el arma, y una bala quedó
atascada en el cargador. Juanito y Afonsito quisieron sacarla en el só
tano de La Giralda, cuando intervino el conde de Barcelona. Les prohibió
tocarla. La pistola volvió al secreter que el propio conde de Barcelona
cerró y cuya llave guardó en el bolsillo. Por la tarde estaban enfurru
ñados...
"JoséMaría Zavala advierte una contradicción en el relato. Así lo escribe...
Leyendo a la historiadoraHelena Matheopoulos, británica de adopción, que ase
guraba haber entrevistado a la condesa de Barcelona, el accidente tuvo lugar
por la mañana, después de la misa, y no por la tarde. El escritor Javier Gon
zález de Vega, en su biografía de doña María de las Mercedes, coincidía en
que don Alfonsito falleció después de la misa de la mañana y antes de los ofi
cios de la tarde. Además....Fernando Alvarez de Miranda, que asistió al sepelio
del infante, me reveló un detalle importante: /Yo creo que el accidente...fué
al final de la mañana, después de la misa, en un momento en que se quedaron
solos jugando.../
"Los niños-proseguía Françoise Laot-suplicaron a su madre y le prometie
ron que no comterían ninguna imprudencia. Ella acabó por ceder, fué a
buscar la llave a la chaqueta de su marido...
Juan Carlos manipuló el arma y se disparó. Juanito sufrió el aprendiza
je de la mayor de las desgracias, la de saberse culpable. Culpable en
primer lugar de haber desobedecido a su padre. Se enfrentaba directamen
te con la realidad de la muerte, tan íntimamente ligada a un sentimien
to atávico español. Durante siglos, en el Panteón Real de El Escorial
ha estado siempre dispuesto a utilizarse el servicio fúnebre del monar
ca reinante. Bajo el reinado de Alfonso XIII, un catafalco esperaba en
la capilla".
Relata Zavala la reacción de los padres...
"Don Juan salió como un relámpago del despacho y corrió escaleras arriba, ha
cia el tétrico escenario. Allí descubrió a su hijo Alfonso, de casi quince
años, desplomado en el suelo, con un disparo en la frente. Su primogénito Juan
Carlos, de dieciocho años, estaba unos segundos antes con él. Desolado, el
conde de Barcelona intentó como pudo detener la homorragia...Pero su hijo mu
rió irremediablemente en sus brazos. El médico de la Familia Real, José Lou
reiro, certificó la muerte instantánea...
Si bien la versión de la historiadora Helena Matheopoulos coincidía en líneas
generales con la publicada con el semananrio italiano...y que recogía Françoise
Laot,...Helena Matheopoulos narraba así cómo, a su entender, sucedieron los
hechos:
Ocurrió el Jueves Santo, al día siguiente de la llegada a Estoril de los
dos hermanos. Antes de salir de España, les habían regalado una pistola
de gran velicidad y precisión y ambos no veían el momento de probarla.
Don Juan le echó una mirada y dijo que era tanpeligrosa que sólo podrían
usarla en presencia de él. Para surayar esto, la guardó bajo llave y me
tió la llave en su bolsillo.
A la mañana siguiente, después de misa, los muchachos compraron balas po
co adecuadas en una tienda local; a continuación advirtieron que su padre,
ausente porque estaba jugando al golf, no había sacado la llave del bolsi
llo de sus pantalones, colgados en su armario. (El Jueves Santo, Juan Car
los y Alfonsito, efectívamente, asistieron a misa por la mañana. Toda la
familia comulgó. Es posíble que ese día don Juan jugase al golf, pero en
el momento de producirse el accidente se encontraba en su despacho de Vi
lla Giralda y subuó alarmado al escuchar la detonación).
Después de muchas súplicas y caricias convencieron a su madre para que les
permitiese usar el arma. Trinfaron, fueron a la planta baja para practi
car. (Los infantes jugaban en la segunda planta, donde se encontraban sus
habitaciones, mientras que en la primera se hallaban don Juan y su espo
sa). Antes de empezar, el príncipe Juan Carlos dijo que tenía hambre, y
don Alfonsito se ofreció a ir a la cocina en busca de unos bocadillos,
mientras su hermano cargaba la pistola.
Al cabo de unos minutos volvió con un bocadillo en cada mano y, sin ver
a su hermano, que empuñaba el arma, en pie, justo detrás de la puerta, em
pujó con el codo para abrir. La puerta se abrió de par en par, golpeó a
don Juan Carlos y el arma se disparó en el mismo instante en que don Al
fonsito entraba.
La bala se alojó en su cabeza, junto al ojo. Horrorizado, el príncipe gri
tó pidiendo auxilio. Bajaron todos y se llamó a una ambulancia.
En tanto, don Juan, que estaba de regreso, puso un dedo sobre la herida,
intentando detener la hemorragia; la infanta Pilar, que era enfermera di
plomada, sostenía la cabeza de don Alfonsito. Pero era demasiado tarde:
según las palabras de don Juan, que uno de los ayudantes del príncipe
que asistió al funeral recuerda, /el pobre Alfonsito había resuelto sus
problemas/".
Dice Zavala..."A partir de aquél trágico suceso, hubo autores que quisieron de
sentenderse de la verdad; algunos, cierto, de forma más comedida y elegante,
evitando pronunciarse sobre cual de los dos hermanos manejaba el arma aquella
mañana en Villa Giralda".(Cita como autores-ficción a Fernando Gracia, Javier
González Vega, Luis María Anson y Juan Antonio Cabezas, y Luca de Tena, todos
autores palatinos interesados en desfigurar la verdad. Otros como Tusell y Ca
bezas, González Doria y Gutiérrez Ravé-igualmente mendaces-sostenían que fué
Alfonsito el que tenía el arma).
¿ Y cual fué la reacción de Juan de Borbón? Tirar la pistola al mar, arrebatan
do así a la justicia la posiblidad de echar luz al asunto. ¿Y la reacción de
Madrid? El Gobierno cortó de raíz cualquier comentario que pudiese salir en la
prensa e iluminase el asunto. Y la Administración portuguesa impidió que se
abriese una investigación. Según Zavala..."El silencio fué sepulcral. Sólo un
escueto comunicado oficial, redactado por la Secretaría de los condes de Bar
celona, arrojó un claroscuro de luz sobre los hechos, tergiversándolos:
/Mientras Su Alteza el infante Alfonso limpiaba un revólver aquella
noche con su hermano, se disparó un tiro que el alcanzó en la frente
y le mató en pocos minutos. El accidente se produjo a las 20,30,
después de que el infante volviera del servicio religioso del Jueves
Santo, en el transcurso del cual había recibido la santa comunión/.
Continúa Zavala:
"Toda la prensa se hizo eco de la versión oficial. El diario Arriba titulaba:
/Al disparársele una pistola muere el infante don Alfonso de Borbón/. Pero el
propio Franco sabía muy bien que fué don Juan Carlos quien disparó, accidental
mente sobre su hermano, como queda acreditado en un documento conservado en
la FUNDACION NACIONAL FRANCISCO FRANCO. Y refiriéndose a don Juan, puso por
escrito:
/El recuerdo de la desgracia de su hijo el Príncipe Alfonso causa
emoción a cuantos se encuentran unidos a esta familia por lazos
de amistad y de cariño, e incluso en quienes, no conociéndolos, par
ticipan en el dolor de esta familia. Pero en el orden político, el
recuerdo puede arrojar sobre su hermano (Juan Carlos) sombras por el
accidente y en las gentes simplistas evocar la mala suerte de una
familia cuando a los pueblos les agrada la buena estrella de sus
príncipes/
He aquí una posíble explicación sobre el silencio de la tragedia. El Jede del
Estado creía que ése era el mejor medio para proteger los intereses futuros
de don Juan Carlos al trono de España, tal vez por que ya pensase en él como
posíble sucesor. Franco se reservaba la carta del hijo por si fallaba la del
padre.
Sin embargo, la verdad histórica acabaría imponiéndose a la tergiversación de
los hechos...Cuando en 1956 presentaron a Gonzalo Fernández de la Mora a Pe
dro Sáinz Rodríguez, consejero de don Juan..."su corta y anchurosa figura es
taba cariacontecida porque al príncipe Juan Carlos se le había disparado una
pistola que ocasionó la muerte de su hermano Alfonso".
El testimonio de la que fué amiga ( y seguramenter algo más) de don Juan Car
los poco después de la tragedia, Olghina de Robilant,...plasma en Reina de
Corazones:
/No podía dejar de pensar en la tragerdia que se había abatido
sobre Juanito, que había llenado muchas páginas de los perió
dicos y de la que había oido hablar en casa. Varios meses an
tes Juanito había matado por error a su hermano Alfonso. Esta
ban jugando con unas armas cuando se disparó el revólver que
manejaba Juanito, alcanzando a Alfonso en plena frente. Algu
nos decían que la bala era de rebote, pero según Baba y la tía,
sólo se trataba de atenuantes inventadas para aligerar la res
ponsabilidad de Juanito.
Había sido un terríble accidente y pensé que, si me hubiera ocu
rrido a mí, probablemente, en un primer momento, habría dirigi
do el arma contra mí misma. Sin duda me habría dejado en estado
de shock durante muchísimo tiempo. En cambio , Juanito no daba
señales de tener el menor complejo. Llevaba corbata negra y una
banda negra en señal de luto. Me pregunté si era falta de sensi
bilidad o se había impuesto ese comportamiento/.
Fernández de la Mora, testigo del doloroso trance, me trasladó su impresión
sobre al ánimo de los condes de Barcelona y de su hijo Juan Carlos: /Yo
asistí al entierro de don Alfonso en Estoril y los terríblemente afectados
eran los padres; al hermano lo ví muy sereno/.
En 1987, la periodista Laot señalaba:
/España ha borrado de la biografía de su Rey este hecho, sin em
bargo dundamental, que ilumina su personalidad y que le maduró
prematuramente/.
Para acabar de complicar las cosas, el propio hermano del conde de Barcelona,
el infante sordomudo don Jaime, reclamó en carta dirigida a su secretario,
Ramón de Alderete, nada menols que una investigación judicial...
/Mi querido Ramón:
Varios amigos me han confirmado últimamente que fué mi sobrino Juan
Carlos quien disparó accidentalmente sobre su hermano Alfonso.
Esta confirmación de la certidumbre que tuve desde el día en que mi
hermano Juan se abstuvo de citar ante los tribunales a los que ha
bían expresado públicamente tan terríble realidad, me obliga a obli
grate (sic) que solicites, en mi nombre, cuando lo consideres opor
tuno, y de las jurisdicciones nacionales o internacionales adecua
das, que se proceda a la investigación judicial indispensable para
establecer oficialmente las circunstancias de la muerte de mi so
brino Alfonso (q.e.p.d.).
Exijo que se proceda a esta encuesta judicial porque es mi deber de
jede de la Casa de Borbón y porque no puedo aceptar que aspire al
trono de España quien no ha sabido asumir sus responsabilidades.
Te abrazo muy fuerte.
Jaime de Borbón/.
Franco y don Juan trataron de preservar a toda costa cualquier sombra de duda
sobre la rectitud de Juan Carlos. Pero convirtieron así lo que sólo fué un
accidente en una permanente sospecha. ¿No habría sido mejor contra la verdad
desde el principio?
Luca de Tena me comentó una trade en su casa del paseo de la Castellana...
/Toda la gente de la intimidad de Villa Giralda sabía lo que había pasado y
era imposible guardar secretos. Es natural que don Juan no dijera: "Mi hijo
ha matado a su hermano". Pero en la intimidad de Villa Giralda todo el mundo
sabía que los dos niños (en realidad no eran tales, dado que Juan Carlos te
nía dieciocho años y su hermano, casi quince) estaban jugando con una pistola
y que se disparó. Yo no le doy mayor trascendencia. Lo trascendente hubiese
sido lo contrario: si el tiro se le escapa al hermano pequeño y mata al ma
yor.¡Caramba! Por muy niños que fueran hubiese dado que hablar; pero siendo
al contrario, no/.
Pero ni el conde de Barcelona ni don Juan Carlos desmintieron jamás la ver
sión publicada por Settimo Giorno. Tampoco reaccionaron ante la postura de
don Jaime, ni emprendieron acción judicial alguna".
Bien, aquí termina el resumen de los datos aportados por José María Zavala,
historiador monárquico que se extiendemucho más sobre el tema, si bien los da
tos que aporta, fuera de los citados, son anecdóticos.
Se echa de ver el monarquismo de Franco y su interés por proteger a la familia
de Juan de Borbón y, concretamente a Juan Carlos, de las posíbles consecuencias
desagradables del accidente reseñado.
Por decisión del Jefe del Estado, jamásse llevó a cabo ninguna investigación,
ni encuesta judicial sobre el suceso. Además, el Gobierno portugués colaboró
con el español. Y la prensa española tergiversó los hechos completamente, de
acuerdo con la secretaría particular del conde de Barcelona. Al difunto Alfon
so no se le realizó autposia. Y el arma que sirvió para su muerte, fué arroja
da por su padre al mar. El silencio sobre el accidente en España, fuera del
sucinto comentario de Arriba-falso-fué absoluto.

Juan Carlos I y la muerte de su hermano.

-

- La muerte en 1.956 de Alfonso de Borbón, hermano pequeño del Rey Juan Carlos I, sin ser un hecho desconocido si es poco divulgado y algo confuso por la manera como se trató en su momento.

- Como ya se sabe D. Juan conde de Barcelona y heredero natural a la corona de España tuvo cuatro hijos, dos chicos y dos chicas. La mayor era la infanta Pilar pero por las normas de herencia la corona le correspondía ser heredero al trono al segundo hijo y primero varón Juan Carlos nacido el 05/01/1938, de pequeño conocido como juanito. Despues nacería la infanta Margarita y finalmente Alfonsito nacido el 03/10/1941.

- Por los acuerdos de 1.948 entre Franco y D. Juan, Juan Carlos paso a educarse a España. En 1.956 fué a pasar las vacaciones de semana santa a casa de sus padres Villa Giralda en Estoril, allí se llevo un regalo, parece ser de Franco, una pistola de calibre 22. El 23/03/1956, jueves santo, como el tiempo no era bueno los chicos querian jugar con ella y disparar, pero su padre se opuso y la cerro bajo llave en su secreter. Parece que los dos hermanos por la mañana fueron a Estoril donde compraron munición para el arma, la cual que no era adecuada, a partir de aquí hay una serie de suposiciones, pues el secretismo con que se quiso tratar el asunto en su momento hace dificl saber que pasó exactamente.

- Parece que los dos niños, aunque esto es relativo pues ya no se les puede considerar como tales, Juan Carlos tenía 18 años y su hermano 14 años. lograron disponer de la llave del secreter donde se encontraba la pistola, no esta claramente documentado como lo lograron, hay fuentes que dicen que se la dió su madre Maria de las Mercedes, otras fuentes que los hermanos la cogieron del pantalon de su padre. El caso es que se dispusieron a jugar con la pistola, antes de empezar a disparar Juan Carlos dijo que tenía hambre y su hermano Alfonso fué a la cocina a buscar unos bocadillos, mientras su hermano cargaba el arma, al regresar empujó la puerta con el codo para entrar, por tener las dos manos ocupadas, golpeando a su hermano que estaba detras de la citada puerta, y provocando que se disparara el arma, el disparo le dió en la frente junto a un ojo, provocando su muerte instantanea, que fué certificada por el medico de la familia.

- Esta es una versión, que parece que se puede atener a le realidad, pero la actuación tanto del padre D. Juan que lanzó la pistola al mar antes de que la policia portuguesa la pudiera examinar, la poco información que se dió al respecto, la falta de investigación de la policia portuguesa por orden de su gobierno, hizo que la unica versión oficial de la muerte fuera la que dió la secretaría de D. Juan.

Mientras Su Alteza el infante Alfonso limpiaba un revólver aquella
noche con su hermano, se disparó un tiro que el alcanzó en la frente
y le mató en pocos minutos. El accidente se produjo a las 20,30,
después de que el infante volviera del servicio religioso del Jueves
Santo, en el transcurso del cual había recibido la santa comunión.

- La prensa española atada por la dura censura solo informa de la anteriormente dicha versión oficial, aunque parece que Franco sabía lo que ocurrió en realidad y que fué Juan Carlos el que disparó accidentalmente, pero como la familia real tenía fama de tener mala suerte, no se quiso decir la verdad alegando que el pueblo no querria un Rey con la misma.

- La importancia en la sucesión de D. Alfonso en principio no era muy importante, al ocupar el tercer lugar, despues de su padre D. Juan y de su hermano D. Juan Carlos, pero hay quien quiere ver en el una baza que se guardaba D. Juan para negociar con Franco su sucesión y evitar que D. Juan Carlos fuera proclamado Rey antes que el. La cosa es complicada y no está nada clara.

- Pero los hechos son los que son, y lo unico que parece ser real es que en un desafortunado accidente el 29/03/1956 D. Juan Carlos disparó involuntariamente sobre su hermano, matandolo.

AL EXCMO SR. PRESIDENTE DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS DE LAS CORTES ESPAÑOLAS

Don Amadeo Martínez Inglés, coronel del Ejército, escritor e historiador militar, se dirige a VE y a la Cámara que preside con arreglo a lo que dispone el artículo 77.1 de la Constitución española manifestándole lo siguiente:

Con fecha 23 de septiembre de 2005, y con arreglo a cuanto dispone el artículo 77.1 de la Constitución española, remití al presidente de esa Cámara en la legislatura anterior, señor Marín, un exhaustivo Informe (40 páginas) sobre los hechos acaecidos en España en la tarde/noche del 23 de febrero de 1981 (popularmente conocidos como la "intentona involucionista del 23-F") en el que, después de una larga investigación de más de veinte años, presentaba toda una serie de indicios racionales que apuntaban a que el rey Juan Carlos I fue el máximo responsable de su planificación, coordinación, preparación y ejecución. En consecuencia le solicitaba la creación de una Comisión de Investigación, conforme a lo que establece el artículo 76.1 de la Carta Magna, que, a pesar del tiempo transcurrido y con los máximos poderes, estudiara, investigara y analizara tan deleznable episodio de la reciente historia de España y depurara las responsabilidades (políticas e históricas, preferentemente) en las que pudo incurrir el monarca español.

En enero de 2006, cuatro meses después del envío del Informe sobre el 23-F al presidente del Congreso de los Diputados y visto que éste no parecía dispuesto a acusar recibo del mismo y, mucho menos, a estudiarlo o debatirlo en la Cámara que presidía (aunque me consta que dio traslado del escrito a los diferentes grupos parlamentarios) decidí enviar el prolijo documento al presidente del Senado, señor Rojo, al del Gobierno de la nación, señor Rodríguez Zapatero, y a cada uno de los presidentes de las más altas instituciones del Estado: Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Supremo, Tribunal Constitucional, Consejo de Estado…etc, etc. Ninguna de las autoridades a las que iba dirigido el, al parecer, "políticamente incorrecto" escrito (a excepción del presidente del Senado, quien acusó recibo a través de la Comisión de Peticiones de la Cámara) contestó al mismo.

Al no obtener ninguna respuesta, tanto del presidente Marín como de los presidentes de las más altas instituciones del Estado, año y medio después, con fecha 23 de febrero de 2007, presenté en el Congreso de los Diputados el mismo Informe solicitando de nuevo la creación de una Comisión que investigara el supuesto golpe de Estado del 23-F; visto, además, lo ocurrido en esa Cámara el día 23 de febrero del año anterior, fecha en que se cumplía el vigésimo quinto aniversario de tan desgraciado evento, al rechazar de plano algunos grupos parlamentarios la nota institucional que pretendía difundir el presidente y que, como venía siendo costumbre en los últimos años, señalaba al rey Juan Carlos como supremo y único "salvador de la democracia y las libertades del pueblo español" puestas en peligro por el golpista Tejero.

Como consecuencia de todo lo anterior y consciente de que el Congreso de los Diputados, con su señor presidente al frente, y el resto de autoridades a las que había dirigido el documento nunca se iban a molestar en acusar recibo del mismo (si sus señorías no quieren debatir tan espinoso asunto que lo haga la opinión pública, primero nacional y después internacional), he decidido publicar todas mis investigaciones sobre el rey Juan Carlos en forma de libro ("Juan Carlos I, el último Borbón". Styria. Febrero 2008), un extenso trabajo sobre la vida del monarca español en el que analizo, después de muchos años de estudio y dedicación, no sólo el ya comentado asunto del 23-F sino algunas de las numerosas y graves irregularidades políticas, militares, familiares, económicas… que ha protagonizado, primero en su juventud y después a lo largo de sus treinta y dos años de reinado. Muchas de estas irregularidades son, obviamente, presuntos y graves delitos que no deben quedar escondidos, de ninguna de las maneras, bajo la alfombra de la historia. Como los que relaciono a continuación:

1º.- Un intento de golpe de Estado, ya que a estas alturas está fuera de toda duda que, en el otoño de 1980, dio el visto bueno a sus militares cortesanos (los generales Armada y Milans) para que planificaran, organizaran, coordinaran y ejecutaran una ilegal e inconstitucional maniobra político-militar-institucional (el ya comentado 23-F), de acuerdo con determinadas fuerzas políticas del arco parlamentario, con el fin de cambiar el Gobierno legítimo de la nación española y frenar con ello un golpe militar de la extrema derecha castrense. Maniobra que después sería abandonada por él mismo y sus compinches políticos ante la estrafalaria entrada del teniente coronel Tejero en el Congreso de los Diputados, poniendo así en serio peligro de guerra civil a este país.

2º.- La puesta en actividad, en 1983, de los batallones de la muerte o grupos de terroristas de Estado denominados GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación) para hacer desaparecer (matar o secuestrar) miembros de ETA, saltándose a la torera todas las normas y leyes del Estado de derecho y usando las mismas tácticas y técnicas de los separatistas vascos. Grupos de asesinos a sueldo del Estado español que, con el conocimiento y la autorización del Jefe del Estado y comandante supremo de las FAS españolas, el rey Juan Carlos, serían organizados y dirigidos por los servicios secretos militares (CESID) nutriéndose de funcionarios militares y civiles españoles y mercenarios extranjeros.

3º.- Enriquecerse de una forma exagerada e ilegal hasta convertir a su familia en una de las más grandes fortunas de Europa y el mundo, recibiendo sospechosas donaciones y créditos personales desde el exterior y realizando substanciosos negocios aprovechándose de su omnímodo poder institucional y su inviolabilidad ante la ley. Lo que ha propiciado que en treinta años su fortuna se haya elevado, según prestigiosas publicaciones extranjeras (en España el mutismo en todo lo referente a la familia real es absoluto), a la importantísima suma de 1.790 millones de euros (300.000 millones de pesetas). Cifra ésta nunca desmentida por La Zarzuela.

4º.- Ejercer la corrupción continuada y generalizada, al recibir y aceptar como rey y jefe del Estado regalos y donaciones multimillonarias de empresarios y particulares (yates, coches, petrodólares para apoyar la reconquista de Kuwait…)

5º.- Desviar fondos reservados del Estado para pagar sus aventuras galantes y los chantajes de alguna de sus numerosas amantes, como el que tuvo que hacer frente a partir del año 1994 tras su larga relación amorosa de 15 años de duración con una bella vedette del espectáculo español. Que nos ha costado a los contribuyentes españoles más de 500 millones de pesetas, pagados con los fondos reservados del CESID, Presidencia del Gobierno y Ministerio del Interior.

6.- Un presunto asesinato (el simple homicidio ya fue aceptado en su día por él mismo y su familia) cometido en sus años mozos, ya que el 29 de marzo de 1956, con 18 años de edad y siendo un distinguido cadete de la Academia General Militar de Zaragoza, con seis meses de instrucción militar intensiva en su haber y otros seis de instrucción premilitar (experto por lo tanto en el uso y manejo de toda clase de armas portátiles del Ejército español) mató, estando sólo con él y en muy extrañas circunstancias que nunca han sido aclaradas, de un tiro en la cabeza procedente de su propia arma a su hermano Alfonso, de 14 años, el preferido de su padre, don Juan de Borbón. Quien, según muchos políticos del entorno de éste, iba a ser elegido por el conde de Barcelona para sucederle en sus derechos dinásticos a la corona de España ante el proceder de Juan Carlos que ya en esas fechas manifestaba una irregular y perruna obediencia a Franco con vistas a acceder al trono saltándose a su propio padre.

En relación con este turbio asunto (que ha permanecido cincuenta años en el más absoluto de los secretos), el citado trabajo de investigación desmonta una tras otra todas las hipótesis tejidas en su día por la propia familia de Juan Carlos y el dictador Franco para hacer creer a los españoles que todo fue un desgraciado accidente. Supuesto accidente que nunca fue investigado ni por la justicia portuguesa ni por la española, civil o militar, siendo el homicida en aquellas fechas un profesional de las Fuerzas Armadas españolas.

De todos estos presuntos delitos cometidos por el rey Juan Carlos I, que recoge el ya repetidas veces comentado trabajo de investigación, se presentan abundantes indicios de culpabilidad. De la mayoría de los cuales, por otra parte, han tenido constancia en los últimos años las elites mejor informadas de este país (políticos, periodistas, líderes sociales…) pero sin atreverse a denunciarlos y, mucho menos, a perseguirlos. El historiador militar que formula el presente escrito ha decidido ahora darles publicidad en forma de libro para conocimiento de todos los españoles. Libro que, por otra parte, pasados ya dos meses desde su publicación, no ha sido desmentido en ninguno de sus extremos ni por la propia Casa Real española ni por autoridad alguna. Hasta el momento también, tanto el Congreso como los demás poderes del Estado han "callado y otorgado".

En vista de ello, constituidas ya las nuevas Cortes Generales salidas de la voluntad popular expresada el 9 de marzo pasado y comenzado con ello una nueva legislatura, me dirijo a VE como presidente del Congreso de los Diputados para, en virtud de lo que contempla el ya citado artículo 77.1 de la Carta Magna española, exigir la creación de la ya repetidas veces solicitada Comisión parlamentaria que proceda de inmediato a estudiar e investigar las ya muy claras responsabilidades del monarca español en los hechos comentados con anterioridad y que resumo de nuevo:

1º.- La llamada durante años "intentona involucionista del 23-F" y que en realidad no fue tal sino una chapucera maniobra borbónica de altos vuelos, al margen de la Constitución y de las leyes, para cambiar el Gobierno legítimo de la nación en provecho de la Corona.

2º.- La creación y organización de los autoproclamados Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), compuestos por determinados estamentos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y del Ejército (de los que el monarca español tuvo conocimiento antes de que empezaran a actuar a través de documentos reservados del CESID) y que cometieron, con métodos expeditivos criminales, por lo menos veintiocho asesinatos de Estado y un secuestro.

3º.- El sorprendente y rápido enriquecimiento de su familia (en treinta años ha pasado de la indigencia más absoluta a disponer de una de las mayores fortunas de Europa, según informaciones de toda solvencia que no han sido desmentidas por La Zarzuela).

4º.- La aceptación continuada de regalos y donaciones por parte de particulares (yates, coches…) que lógicamente harían los interesados persiguiendo algo a cambio.

5º.- Los pagos con fondos reservados de Presidencia del Gobierno y de los ministerios de Defensa e Interior para enfrentar el chantaje de determinada vedette del espectáculo español, que disponía de comprometedores vídeos sexuales con el rey Juan Carlos.

6º.- La desgraciada muerte del infante D. Alfonso de Borbón en "Villa Giralda" (residencia de los condes de Barcelona en Estoril) el 29 de marzo de 1956 y que al hilo de los análisis incluidos en el trabajo de referencia dejan bastante claro que el supuesto accidente pudo ser en realidad un fratricidio premeditado. Mis estudios como militar y como experto en armas dejan muy pocas dudas al respecto. Como tal hecho nunca fue investigado por la justicia (ni portuguesa ni española) exijo, como historiador y ciudadano español, que se abra un proceso clarificador sobre el mismo, exhumando si es preciso los restos del infante que reposan en el Monasterio de El Escorial e interesando del ministerio de Defensa la documentación que pueda obrar sobre aquel homicidio en los archivos de la Academia General Militar de Zaragoza, con el fin de que expertos judiciales y técnicos en balística y teoría del tiro puedan hacer sus evaluaciones y aclarar definitivamente el misterio que encierra aquél luctuoso suceso de la historia de España. Y dejando abierto el camino para que los jueces establezcan las responsabilidades penales a las que todavía debiera enfrentarse Juan Carlos de Borbón, ya que en aquella época no estaba cubierto constitucionalmente por ningún manto de inviolabilidad o irresponsabilidad y sólo era un profesional del Ejército español (cadete de la Academia General Militar de Zaragoza), sujeto por lo tanto a las leyes penales castrenses.

Responsabilidades que podrían ser de carácter penal pero, con toda seguridad, históricas y políticas pues si se demostrara la culpabilidad del actual rey de España, habría que reescribir con toda urgencia la historia de este país.

Hasta aquí, señor presidente del Congreso de los Diputados, los presuntos delitos cometidos por el actual rey de España, tanto en su ya largo reinado como en sus años juveniles de caballero cadete en la Academia General Militar. Que este modesto historiador militar y coronel del Ejército no está dispuesto a que queden ocultos entre las bambalinas de la historia y sin su correspondiente condena, sea esta penal, moral o histórica. Por ello le reitero una vez más la solicitud de que todos estos hechos sean estudiados, investigados y analizados en profundidad, y cuanto antes, por una Comisión parlamentaria (auxiliada por los correspondientes expertos), ya que sin duda debe ser ese foro parlamentario, como suprema expresión de la soberanía popular, el que promueva inicialmente las acciones pertinentes, de tipo judicial o político, que permitan aclarar tan graves e importantes cuestiones. Que afectan al país en general y, sobre todo, a su historia pues no deja de ser un auténtico sarcasmo y una burla al pueblo español que ya figure en los libros de historia de este país como máximo salvador de la democracia y de las libertades de sus ciudadanos aquél que fue el primero en ponerlas en peligro autorizando el golpe de Estado del que, según la angelical teoría oficial, nos salvó a todos.

Ante esta Comisión debería comparecer el propio rey Juan Carlos (ya se pidió su presencia ante el Tribunal Militar de Campamento en el año 1982 para que contestara a las acusaciones de golpismo vertidas en su contra por algunos acusados y testigos en el golpe del 23-F) pues una cosa es que su persona sea, a día de hoy, constitucionalmente inviolable y no sujeta a responsabilidad y otra muy distinta el que no pueda y deba comparecer ante los legítimos representantes del pueblo para dar a conocer su versión sobre unos hechos gravísimos de la reciente historia de España en los que él ejerció el papel de protagonista absoluto.

Y por último, señor presidente del Congreso de los Diputados, si tanto esa Cámara como los demás poderes del Estado optan, una vez más, por tomarse mis denuncias contra el rey Juan Carlos I a título de inventario, es decir, como si estuvieran formuladas contra el históricamente preclaro e insigne Alfonso X el Sabio en lugar de a menor gloria del, a todas luces, menos docto y ejemplar personaje que en estos momentos ocupa la Jefatura del Estado español a título de rey por deseo testicular del dictador Franco, este historiador militar (que le recuerdo, por si lo ha olvidado, fue encarcelado y separado abruptamente de su carrera por un ministro de Defensa de su partido, en 1990, por reivindicar, con conocimiento de causa, un Ejército profesional para España; aspiración que consiguió en 1996) se verá obligado moralmente a pedir amparo internacional en la instancia judicial o mediática que estime oportuna y conveniente, incluido si fuera preciso el Tribunal Penal Internacional. Porque no deja de ser un contrasentido y un esperpento jurídico que la Audiencia Nacional española, a través de su "juez estrella" Baltasar Garzón, se dedique a perseguir jefes de Estado extranjeros, presuntos genocidas, terroristas y responsables de crímenes de lesa humanidad, y no haya llamado siquiera a declarar al máximo responsable de los asesinatos de los GAL (crímenes de Estado que no prescriben ni deben contemplar en su enjuiciamiento inviolabilidad alguna): el rey Juan Carlos I. Quien recibió precisa y abundante información reservada del CESID en su momento (la famosa Acta Fundacional y otros documentos) sobre la preparación y pronta puesta en ejecución de la llamada "guerra sucia" contra ETA. Y no hizo nada por evitarla.

Y espero, señor presidente, que no tome estas mis últimas palabras como una amenaza (jamás me permitiría semejante libertad contra el máximo representante del pueblo soberano y tercera autoridad del Estado) sino como una respetuosa advertencia de un ciudadano español que ha dedicado toda su vida a la defensa de este país, que sólo ha recibido a cambio represiones y sinsabores y que, desde luego, como le enseñaron hace ya muchos años en una Academia Militar, no va a cejar en la lucha por sus ideales y convicciones.

España no puede tener ni un minuto más en la Jefatura del Estado a un hombre de pésima catadura moral, homicida confeso (que no ha pagado todavía por su delito), presunto asesino y también, en grado de presunción por el momento, golpista, malversador de fondos públicos y terrorista de Estado.

Le adjunto, señor presidente del Congreso, copia del Informe remitido en septiembre de 2005 y febrero de 2007 a su predecesor en el cargo. Firmo el presente escrito en Alcalá de Henares a 4 de abril de 2008

Amadeo Martínez-Inglés

AL SR. FISCAL GENERAL DEL ESTADO DE PORTUGAL

(PROCURADOR-GERAL DA REPÚBLICA)

Don Amadeo Martínez Inglés, ciudadano español, coronel del

Ejército, escritor e historiador militar, se dirige a su autoridad como primer

defensor de la ley y máximo garante del Estado de derecho en la nación

portuguesa, manifestándole lo siguiente:

Sobre las 20,30 horas del día 29 de marzo de 1956 se produjo en el

domicilio del ciudadano español, don Juan de Borbón, pretendiente al trono

de España, sito a la sazón en la finca denominada “Villa Giralda” de Estoril

(Portugal), la muerte en extrañas circunstancias de su hijo menor, don

Alfonso, por un disparo en la cabeza procedente de una pequeña pistola

propiedad de su hermano mayor, don Juan Carlos.

Este desgraciado hecho enseguida sería catalogado como un mero

accidente por parte del Gobierno dictatorial del general Franco, a través de

una Nota de su legación diplomática en Lisboa, consiguiendo de las

autoridades portuguesas del momento (sometidas a una férrea dictadura de

corte similar a la española) que, en contra de las leyes y procedimientos de

actuación propios de un Estado moderno y civilizado, no se abriera ninguna

investigación al respecto, no intervinieran en el esclarecimiento de lo

sucedido la policía judicial portuguesa y los médicos forenses, y que, por lo

tanto, ningún juez imparcial pudiera pronunciarse sobre un luctuoso

episodio que, sin ninguna duda, iba a influir decisivamente sobre la España

del futuro. Y que a partir de entonces pasaría, por decisión conjunta de los

Gobiernos totalitarios de ambos países ibéricos, a las cavernas de la

censura y el olvido, sobre todo en España en la que el oscuro homicidio

sería declarado secreto de Estado tanto para los medios informativos del

país como para la clase política y ciudadanía en general.

Han pasado más de cincuenta años, señor fiscal general, y las

circunstancias que rodearon aquélla extraña muerte siguen sin aclararse

adecuadamente. Permanece inmersa todavía en los entresijos de la historia

y del secreto de Estado. Hasta el momento muy pocos (por no decir

ninguno) han sido los historiadores e investigadores españoles o

portugueses que se han atrevido a estudiarla adecuadamente tratando de

desentrañar el misterio que rodea un hecho tan extraño, declarado a priori y

sin ningún rigor jurídico como accidente fortuito, que evidentemente nunca

lo fue y que, por lo menos, conllevaba las responsabilidades anejas a un

delito de homicidio por imprudencia (el causante de la muerte era en

aquellos momentos un profesional del Ejército español, alumno de la

Academia General Militar con más de seis meses de instrucción militar

intensiva y experto, por lo tanto, en el uso y manejo de toda clase de armas

portátiles) y con toda probabilidad, dados los indicios racionales que se

desprenden de las investigaciones realizadas por el historiador que redacta

el presente escrito, las infinitamente más graves del fratricidio premeditado.

El que esto escribe, militar español e historiador, obviamente, sí se

ha atrevido, señor fiscal general del Estado portugués, a estudiar e

investigar durante muchos años el oscuro hecho delictivo que comentamos

en el marco de un exhaustivo trabajo histórico sobre la figura personal y

política del heredero de Franco a la jefatura del Estado español, a título de

rey, Don Juan Carlos de Borbón, y que contempla, tanto las irregularidades

cometidas en su ya largo reinado (algunas de ellas graves y presuntos

delitos que ya han sido puestos en conocimiento del Congreso de los

Diputados y Gobierno español para que se constituya con urgencia una

Comisión parlamentaria que los depure y obre en consecuencia) como sus

impresentables avatares juveniles, entre los que sobresale el sospechoso

homicidio cometido en la persona de su hermano menor, don Alfonso de

Borbón, aspirante como él al trono de España e hijo predilecto de su padre,

el conde de Barcelona. De mis investigaciones sobre este hecho, extraídas

del mencionado trabajo histórico, procede el exhaustivo Informe que le

remito adjunto.

Tras su lectura quedan bien patentes una serie de circunstancias

(indicios racionales) que avalan la peor de las hipótesis sobre el supuesto

accidente así como la falsedad de las posibles causas que lo propiciaron,

tejidas en su día por el entorno familiar de Juan Carlos de Borbón para

justificar lo injustificable.

Estas circunstancias son las siguientes:

1ª.- El autor del disparo que acabó con la vida del infante D. Alfonso

no era ningún niño (como la información sesgada del Gobierno

español del momento quiso hacer creer a los españoles sino un

profesional del Ejército (cadete de la Academia General Militar de

Zaragoza), con más de seis meses de instrucción militar intensiva y

otros seis de instrucción premilitar.

2ª.- Era, por lo tanto, experto en toda clase de armas portátiles de las

Fuerzas Armadas españolas.

3ª.- Conocía, en consecuencia, el manejo y uso en instrucción y

combate de las citadas armas.

4ª.- Había realizado ejercicios de fuego real con todas ellas, con

arreglo a la cartilla de tiro correspondiente a un caballero cadete de

primer curso del citado centro de enseñanza castrense.

5ª.- En consecuencia, conocía el uso y manejo de las pistolas de 9

mms reglamentarias en las FAS españolas.

6ª.- Con mayor motivo debía conocer el uso y manejo de la pequeña

pistola de 6,35 mms de la que era propietario y con la que había

efectuado (la última vez, el día anterior al luctuoso suceso)

numerosos disparos.

7ª.- Conocía asimismo los protocolos de actuación que marcan los

reglamentos militares españoles para el uso, limpieza, desarmado,

armado, equilibrado, preparación para el disparo…etc, etc, de

cualquier arma portátil y en particular todas las precauciones que

debe tomar un profesional de las armas antes de efectuar un disparo

de instrucción o combate.

8ª.- Resulta inconcebible que todo un cadete de la AGM (un centro

de enseñanza modélico en aquellas fechas), con seis meses de

instrucción militar intensiva en su haber y con numerosos ejercicios

de tiro realizados, no tomara las elementales medidas de seguridad

(activación de los seguros de la pistola y comprobación de la

recámara) antes de proceder a manipular su pistola en presencia de

hermano.

9ª.- El pequeño proyectil de 6,35 mms, que difícilmente hubiera

podido traspasar la bóveda craneal del desgraciado infante si el

disparo hubiera seguido una línea de tiro directa hacia su cabeza,

curiosamente buscó una anómala dirección de abajo a arriba para

penetrar por sus fosas nasales y poder alojarse así sin ningún

impedimento en su cerebro causándole la muerte instantánea. Algo

que la casualidad no puede explicar de ninguna de las maneras por

las prácticamente nulas posibilidades de que tal cosa pueda ocurrir en

un disparo accidental. La previsible trayectoria del disparo resulta tan

forzada y difícil que es manifiestamente improbable que el proyectil

saliese de la boca del arma siguiendo esa anómala línea de tiro sin

influencia alguna del tirador.

10ª.- La pistola causante de la tragedia fue lanzada al mar por el

padre del homicida, sin que la policía o los jueces portugueses

pudieran examinarla, con lo que se hurtaba a la justicia una prueba

fundamental.

11ª.- El homicida no prestó declaración ni ante la policía ni ante juez

alguno, abandonando inmediatamente Estoril en un avión militar

español rumbo a Zaragoza. Tampoco se presentó voluntariamente a

las autoridades para relatar los hechos y asumir sus presuntas

responsabilidades.

12ª.- La tesis oficial del accidente fortuito, propalada por las

autoridades españolas, no puede sostenerse sin caer en el rubor más

absoluto ya que el propio homicida en manifestaciones, tanto a su

íntimo amigo Bernardo Arnoso como a su entorno familiar (la propia

madre de Juan Carlos, Mª de las Mercedes, manifestaría después en

sus Memorias que su hijo le dijo que “jugando apuntó a la cabeza de

su hermano y disparó sin percatarse de que había una bala en la

recámara”), admitió que fue él el que disparó sin comprobar

negligentemente si la pistola estaba cargada. Por lo tanto, nada de

accidente fortuito. Homicidio imprudente o asesinato premeditado.

Ambas figuras tipificadas en el Código Penal de cualquier país

civilizado.

En resumen, señor fiscal general del Estado portugués, aquí de lo que se

trata es de que, dejando de lado condicionamientos políticos y a pesar del

tiempo transcurrido, un crimen, un presunto asesinato cometido en su

país hace ahora cincuenta y dos años, no quede impune; sobre todo,

después de las investigaciones que le presento en el Informe adjunto y de

las que se derivan clarísimas responsabilidades penales para el ciudadano

español que lo cometió: Juan Carlos de Borbón.

Usted tiene, permítame que se lo recuerde desde el más profundo de

los respetos, el deber moral y la responsabilidad profesional de, conocidos

mis estudios, tomar las oportunas medidas judiciales en su país para que

esto no ocurra. Un asesinato es uno de los crímenes más abyectos que un

ser humano puede cometer y no debe quedar jamás sin el castigo

correspondiente.

Es por todo ello por lo que me permito solicitarle, a través del

presente escrito, que interese de la instancia judicial de su país a la que

corresponda, abra las oportunas investigaciones y los trámites necesarios

para esclarecer el luctuoso hecho que estamos tratando y que se relata y

analiza exhaustivamente en el prolijo Informe que le remito.

Reciba, señor fiscal general del Estado portugués, mi consideración

más afectuosa

Firmo el presente escrito en Alcalá de Henares (Madrid) a 8

de septiembre de 2008

Així doncs la monarquia actual no té la claretat que es podria demanar, i per tant la solució política passa un altre cop per la Repùblica.



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